Quizás al escuchar el nombre de La Joya, a muchos se les venga a la mente el centro penitenciario, pero este lugar es más que un penal, es una comunidad con muchas necesidades y que paga también las consecuencias de ser vecina del principal reclusorio del país.
A tan solo 400 metros del centro penitenciario La Joya, en Pacora, se encontraba don César, de 67 años, quien tiene más de 27 años de vivir en el sector de Paso Blanco y, con voz baja, explicó el temor que siente cada vez que un reo logra fugarse, ya sea de La Gran Joya, La Joyita o La Joya, pues en los últimos meses se han fugado cuatro personas de alto perfil, que aún no han sido recapturadas.
Esto provoca que sus moradores teman por sus vidas, pues los reos buscan refugio en el área boscosa, pero también se escabullen dentro de la comunidad, por lo que apenas son informados de las fugas tienden a cerrar sus puertas y esperar que todo pase.
Hace muchos años vi cómo correteaban a un muchachito morenito entre el monte, y aunque saben que estos (herbazales) siguen altos, no les importa cortarlos para tener más visión de la cárcel', enfatizó César.
Alrededor de los centros de cumplimiento mencionados se encuentran seis comunidades: Las Garzas, Río Chico, Paso Blanco, La Joya, San Diego y San Francisco, que según el censo realizado en año 2010, mantienen una población de 4 mil 886 personas.
Otros males
Pero ser vecinos del complejo penitenciario no es la única calamidad por la que pasan. Las calles internas del sector, si se les puede llamar así, están en pésimo estado, solo la vía principal está asfaltada.
Como consecuencia de esto, tienen problemas para transportarse porque los taxis no quieren entrar a esos sitios y los escasos colectivos no se dan abasto. Y, paradójicamente, a pesar de estar cerca de una cárcel, la seguridad es precaria y son constantes los robos, algo de lo que culpan a la proliferación de precaristas.
Otro problema para estos residentes es que la señal de celular es nula, y muchos temen que de suscitarse una emergencia, no tengan cómo comunicarse.
Por: Aivy Pinto