Recuperar la credibilidad del Tribunal Electoral costó mucho. Pocos recuerdan la época de los militares, cuando en esta entidad se fabricaban los fraudes y el descaro era la carta de presentación habitual.
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Esas épocas eran como ver hoy día a Tibisay Lucena, en Venezuela, anunciando las medidas de los chavistas para favorecer a Chávez o a Maduro. Era un árbitro parcializado y para nada confiable.
Allí mandaban los militares por intermedio de esbirros civiles.
Lo que hay ahora no es perfecto, porque el Tribunal Electoral es una entidad pública, administrada por hombres y mujeres con aciertos y desaciertos, y por ello todos debemos ser vigilantes.
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La crítica sin fundamento de los independientes contra el Tribunal Electoral es censurable. Si lograban las firmas la entidad era buena, pero si no, se preparaba el fraude y buscaban beneficiar solo a los partidos políticos, se quejaban.
Lo que no debe perderse de vista es que las reglas electorales no las pueden hacer los políticos, sino los ciudadanos y eso es lo medular y no la candidatura de nadie en particular.
Mi Diario